El duro trabajo de alimentar a tu hijo
[#PapádeMau]
Amamantar es un trabajo duro. Seamos sinceros y aceptemos que no es tarea sencilla; pero que no sea sencilla no significa que no sea realizada con todo el cariño que una madre le puede demostrar a su hijo. Digámoslo de otra forma, entonces: amamantar es un acto de amor.
En esta etapa, la alimentación emprende una función importante para el desarrollo del bebé. Pero más allá de eso, amamantar representa una relación exclusiva entre la madre y su hijo, que anteriormente sólo ha sido experimentada durante el embarazo.
No sé hasta qué punto puede tener un respaldo científico pero creo fielmente en que las madres y los bebés logran desarrollar una conexión que logra intuir lo que necesita uno del otro. Cada vez que veo a Brenda amamantar a Mauricio en un acto sincrónico y planificado me doy cuenta que ambos se presienten y se conocen en cada punto de sus necesidades, incluso cuando duermen, y se acomodan por la cama, y se cubren con las sábanas, como si de un baile se tratara. Esa intimidad en la que ambos comparten sus presencias hace que cada momento sea único y enriquecedor aunque cualquiera lo sentaría por monótono.
Dan las tres y treinta y dos, y en media madrugada Brenda intuye, en un acto sobrehumano, que Mauricio despertará pronto para pedir por su teté, y así lo hace. Acomoda su cuerpo, holga su pijama y se acerca lo suficiente para tocar son suavidad los labios de Mau que se encajan directo y con gusto. Todo esto se ha convertido en un proceso automatizado, como un motor que mueve los engranajes correctos en el momento correcto. Yo la miro por el rabillo del ojo desde el otro lado de la cama para caer en sueño cuatro segundos después. Brenda hace el trabajo duro, pero lo hace con amor.
Amamantar suele ser agotador, no sólo por el hecho de tener que sobreponerte ante el sueño del día o de la noche, sino por todo lo que representa cubrir la necesidad innata de alimentar a un hijo, y eso implica una estricta disposición a tiempo completo.
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