Tu primera fotografía.


[#PapádeMau]

El sobre con la ecografía resbalaba de mis manos, estaba impaciente, nervioso, muerto de miedo. Revisaba a cada minuto el número de turno, como buscando que ese 72 mágicamente se convirtiera en un 27. Todo parecía suceder lento, no avanzaban ni el reloj ni la cola, mamá me miraba y a pesar de no decir nada sentía sus ganas de entrar por la fuerza al consultorio.

Cuando por fin llegó nuestro turno la doctora nos pidió la ecografía, se la enseñamos y cuando la vió hizo un gesto que no pude descifrar muy bien, hasta que dijo: "Bueno, aquí no se ve nada"
Yo no entendía porqué lo decía si ahí mismo, en esa foto, aparecía una mancha, ese eras tú, Mau, yo lo sabía. Estaba completamente seguro de que eras tú y nadie podía decirme lo contrario. Tenía ganas de gritarle, de decirle que vuelva a mirar bien, que pida ayuda de otro doctor. Que yo sabía -y sentía- que ahí estaba, que esa pequeña manchita blanca, en medio de todo, era mi hijo. Mamá apretaba mi mano sin decir nada. A veces, Mau, no hacen falta palabras para decir que el mundo se te derrumba. Yo miré a mamá y le dije, como siempre, que todo estaría bien.

La doctora volvió a revisar la ecografía y nos dijo que a veces el embrión nunca se llega a formar a pesar de que las pruebas siempre den positivo en el embarazo, que a veces lo único que se formaba era el saco embrionario y muchas cosas técnicas que en ese momento no quería digerir. A manera de calma nos refutó estadísticas y nos dijo que a su hija le había pasado igual. Yo la miraba como diciéndole "qué carajos me importa tu hija". La rabia se apoderaba de mi, porque sentía una cotidianidad en sus palabras, una vez más miró la ficha de mamá y dijo "Aún son jóvenes" y yo inmediatamente supe todo el rollo que venía tras ello. Qué entendía esa doctora sobre las ganas  y todas las veces en las que habíamos intentado tener un bebé, qué sabía esa doctora del llanto luego de ver cada prueba negativa. Qué sabía esa doctora de nuestras vidas para venir a decirnos que aún somos jóvenes y que teníamos toda una vida para ser padres. Qué sabía esa doctora de nuestro estado, ella llegaría a su casa, colgaría su bata, prendería la tv, abriría su chat de Facebook y seguiría su vida con normalidad, mientras nosotros aquí, en casa, lloraríamos una pérdida, con qué derecho esa doctora me decía que eramos aún muy jóvenes para tener un hijo.

Salimos de la consulta destrozados, llegamos a casa y lloramos. Lloramos de tristeza, de cólera, de impotencia. Lloramos porque nos sentíamos solos. Lloramos porque buscábamos que alguien nos dijera que todo estaría bien y que ahí en esa pequeña mancha guardaba una vida dispuesta a amarnos toda su existencia.

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